Biografía contada


Biografía contada


Siempre fui un investigador de técnicas y procedimientos, logrando grandes aciertos en ello. Tengo obras de más de 40 años de pintadas, y se mantienen intactas. Una de mis preocupaciones es la permanencia física de la obra en buen estado de salud. Hoy estoy experimentando con la aplicación de tiza pastel, sobre texturas con bases acrílicas muy espesas y fuertes, preparadas de manera artesanal y aplicadas con pinceles fabricados también por mí.”





    Les quiero contar quién soy… y qué estoy haciendo…


¿Quién soy?

          Nací en Mendoza/Argentina en el año 1950. 

        Soy «Maestro en Artes Plásticas». egresado de la Academia Provincial de Bellas Artes de Mendoza en el año 1977. 

        Crecí alejado de las grandes ciudades. Más bien, mi niñez transcurrió entre médanos, campos y altas montañas. Mi padre trabajaba en el Ferrocarril Trasandino que atravezaba la cordillera de Los Andes entre Argentina y Chile; y cada tanto toda nuestra familia debía trasladarse su destino.

        No me acuerdo cuál fue la llama que prendió la mecha de mi vocación artística; eso fue seguramemente desde muy chico. Le hecho culpas a estas circunstancias de estar entre paisajes naturales muy fuertes y diferentes. Esa vocación siempre estaban presente para sostener lo que fue esa vocación temprana y anhelada, aunque también muy demorada: ¡Yo quería ser pintor!…



¡Desde niño yo quería ser pintor!

        Cuando niño me copiaba de los personajes de algún “El Tony”, revistas que mi padre rescataba de entre las olvidadas en el tren de pasajeros. Después, aprovechando los jardines que cultivaba mi madre copiaba flores del natural, siempre y cuando hubiera algún papel de estraza gris, que ella conseguía en el almacén. Más, la complicidad de Galesi el Jefe de Estación, que me proveía esos lápices de dos colores (azul y rojo)… y los “copiativos”, que dejaban sus huellas «violetas» por todo mi cuerpo y ropa. Y ya en el tiempo del secundario, todos mis cuadernos y carpetas dejaban rastros de esa vocación.

        En 1966, instalado en la Ciudad capital de Mendoza, parecía que pudiera concretar con ese anhelo de aprender a pintar; más no fue así. «Tenía que ser Perito Mercantil”, decían mis padres. Mientras, seguía mirando mis sueños de reojo. Mis padres estaban construyendo su casa y había que colaborar. Mi madre era nuestra representante en relaciones humanas, y siempre nos conseguía para mi hermano y yo, algún trabajo en los galpones del Ferrocarril en Guaymallén. Por ese entonces todas “changas” y ningún color a la vista, sino… solo postergación.

        Apenas iniciada la década del 70, hacía atletismo y fútbol, de forma amateur y también competitiva. Mi título de "Perito Mercantil" me había dado la posibilidad de trabajo en algunas Empresas en el centro de la Ciudad de Mendoza.

        En ese tiempo conocí a una persona estupenda, Mirta. Ella era profesora de Danzas y estaba iniciando su propio Estudio. Mirta se convirtió en cómplice de mi vocación artística, ¡No era para menos! Teníamos algo en común… arte… y lo pusimos a andar.         Mi primera experiencia con un maestro en artes plásticas fue pactada por Mirta. Ella trabajaba como profesora de Danzas Españolas, en los Talleres Culturales de la Municipalidad de Godoy Cruz. Allí conocí al artista José (Pepe) Martí, quien enseñaba Dibujo y Pintura en los mismos talleres.

Cómplices

        Pasado unos meses, Pepe Martí me recomendó estudiar en la Academia provincial de Bellas Artes de Mendoza. Así fue como en 1973, comencé a recibir la enseñanza que marcará para siempre, «mi estilo y postura artística«. Entre 1973/77, fui instruido por grandes Maestros de la Pintura, del Dibujo, de la Escultura y el Grabado. Egresé con el título de “Maestro en Artes Plásticas” en el año 1977.

        En 1974 me casé con Mirta Torres (la profe de Danzas), y fuimos cómplices en muchas cosas. Hoy, tras casi 48 años de matrimonio, somos felices en compartir cada día que transitamos por este planeta Tierra. Fuimos padres de Abel Ariel, Gustavo Javier, Alejandro Adrián, y Paula Romina (que solo nos acompañó por 4 meses). Ellos a su vez nos han hecho abuelos de Gisselle, Antonella, Ezequiel, Sofía, Agostina, Viviana, Angelina, Alfonsina y Diego… Pareciera que mi vida, por fin, era encaminada definitivamente hacia el Arte, …. ¡Mmmmm… NO!!! No fue así. Por lo menos, no como me hubiera gustado que fuera… Seguro que a muchos nos pasa, que no terminamos haciendo completamente nuestras vocaciones. Y tal vez, sean más los que no lo consiguen que los que llegan a hacerlo… Yo podría decir que estuve cerca de las dos puntas, pero nunca fui, definitivamente, el artista que quería ser. Algo más,… iba a suceder porque... 




Una cosa es querer hacer, otra es, que te lo dejen hacer…

        A ver si me hago entender bien.

        Los últimos tres años de la Academia ya me había casado y tenía 2 hijos. Éramos una familia. Mi propósito era vivir haciendo arte y costearme la vida de ese arte. Esa aspiración estaba por fin a la vista, sin embargo, en 1977, mi nombre comienza a integrar las diferentes listas del Servicio de Inteligencia, Gendarmería, Ejército, Armada y Fuerza Aérea… durante el proceso militar iniciado en 1976. Cada una de ellas a su tiempo, encargadas de verificar mi actividad artística/ciudadana, fue cerrando puertas, poniendo negaciones, quitando mis espacios, e incluso, invadiendo mi casa en 4 oportunidades para realizar allanamientos. Solo contaba con la complicidad de mi amigo y periodista y crítico de arte, Franklin Vélez (de la Secretaría de Cultura y Diario Mendoza), que me «soplaba»… cuando mi nombre no era parte de los «restringidos» y podía presentar alguna obra.

        No podía participar de ningún tipo de concursos, salones, certámenes, convocatorias. No podía dar clases en establecimientos estatales y tampoco en los privados. Todo esto, sin siquiera recibir una explicación sobre el motivo de esa exclusión. Nunca tuve una conducta social que motivara tal reprensión/represión.

        No podía exponer mi obra, ni siquiera en el ambiente privado. Recuerdo en el año 1979, el gran maestro Hernán Abal, estaba haciendo la presentación de mi obra, en la inauguración de una exposición en el Banco BUCI, cuando se presentaron dos «obreros del Servicio de Inteligencia», con la intención de que levantara la muestra. Fueron años difíciles y definitorios.

        Y lo llamativo de todo, es que, así como aparece mi nombre en esas listas, del mismo modo desaparece en el año 1981 (dos años antes de la nueva democracia). Sin explicaciones. En realidad, si hay una explicación, la cual, decidí guardarla solo para mí. Lo repito… no había en mí, ninguna conducta/causa para este tipo de censura.

Tras casi cuatro años de frustraciones, en 1981, esa “liberación” me encuentra en un camino diferente. Un camino que me alejaría todavía más de lo que quería hacer: ¡Pintar!



Cuando me jubile…

         No se si te pasó algún pensamiento como este: ¡Cuando me jubile voy hacer tal o cual cosa!

        Nada hay más alejado de las “artes visuales”, que las “ciencias exactas”. Bien, fue ahora una entidad bancaria de alcance nacional, la que ocupó un tiempo muy largo de mi vida; Esa carrera bancaria empezó en 1977 como consecuencia de “las listas negras”, y me acompañó por más de 20 años. Fuí alternando buenos tiempos de pintura, medianos tiempos y también largas ausencias del querer pintar. Especialmente cuando la carrera bancaria me llevó al nivel de funcionario.

        En esto, se me viene a la mente alguna lectura que hice del Libro “El Coronel no tiene quien le escriba” de Gabriel G. Márquez. Traigo a la memoria ese libro, porque el relato dice que el Coronel bajaba al puerto, cada Viernes de cada semana, a esperar la lancha del correo que pudiera traerle la carta que le anunciara el otorgamiento de la pensión, por sus servicios en la guerra civil ocurrida unos cuantos años atrás. Mientras tanto, él, su esposa y su gallo, pasaban la miseria más grande que pudiera existir. Bien, ese pensamiento me acompañó los últimos 30 años… La jubilación era el puente para entrar a lo que siempre quise hacer: ¡Pintar y pintar… y pintar!!! Mientras eso ocurra, debo transitar las miserias artísticas más grandes que se puedan entender.

        Mediado del año 2015, me encuentra en la Ciudad de Río Cuarto. Ya dejado el Banco unos cuántos años atrás, con una pequeña imprenta como emprendimiento personal. A partir del año 2002 retomé algunos buenos tiempos entre el taller de la imprenta y el caballete de pintura.  ¿A que no adivina quien está junto a mi?… ¡Sí, Mirta, la profe de Danzas! Mi compañera y querida esposa. Mis tres hijos viven en Canadá (a casi 15 mil km de casa).

        En ese año (2015), el Gobierno Nacional de Argentina me termina de otorgar el beneficio de la Jubilación… Entonces,… la última opción que tenía por delante, llegaría por fín: ¡La jubilación!… ¡Sí, me jubilé!!! … ¡A preparar el Taller!




A preparar El Taller…

        El lugar del taller de la imprenta, era el único lugar posible para montar el taller para pintar. Por lo tanto, ese lugar debería sufrir una violenta y rápida transformación. Así que manos a la obra. Desempolvando atriles, tableros y caballetes, fabricando bancos y cajoneras. Preparando papeles, cartones, telas, maderas, terciados y cualquier otro soporte que pueda ser pintado…

        Leyendo libros para encontrar un clima adecuado para la inspiración y las ganas de hacer… Leyendo sobre los grandes cambios del mecenazgo, ocurridos en los últimos veinte años en las galerías, los centros culturales, los lugares de encuentro y las nuevas formas de este quehacer… La aparición de nuevos “oficios” como Curadores, Gestores Culturales, operadores de Arte… Catalogando y haciendo fotografía de cerca de 300 obras que estaban esperando mi atención…   Quitando la dureza de las manos. Atreverme otra vez a atacar un plano en blanco, con alguna carbonilla, lápiz o una tiza pastel. Volver a sentir el olor a los solventes, aceites y pinturas. 

        Y aquí estoy…año 2016. Ahora estoy pintando. Otra vez estoy en movimiento y haciendo lo que más me hubo gustado en toda mi vida: ¡Estoy pintando!… ¡Pin…tan…do!  ¡Gracias a Dios!... Sí, ... ¡Gracias a Dios!.







«El acto de pintar» debe ser considerado el momento más importante en «la creación artística». Allí es cuando soy alcanzado por la emoción. No busco solo el resultado, sino que soy llevado por ese laberinto extraordinario de sensaciones, para disfrutar el placer de pintar.

                                                                

ASFER – ABEL FERNANDEZ – ART

¡Pintar te renueva la vida!!!!

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